Preámbulo
A un año de iniciada la pandemia en nuestro país, continuamos atravesando severos estragos que, como sociedad, no hemos logrado superar: una prolongada crisis sanitaria, económica y social, desempleo desmedido, deficiencias en educación, desaceleración del comercio local y exterior, para citar algunos; y sumándose a ello, una nueva contienda electoral que trae consigo su propia alícuota de incertidumbre.
Sobreponerse a las condiciones mencionadas representa aún un gran desafío para el colectivo empresarial peruano. Si bien las políticas de Estado han generado lamentables repercusiones en diversos sectores (en publicación de enero 2021, la OIT estimó que al segundo trimestre 2020, el ingreso promedio de un trabajador peruano se redujo en 56.2%, siendo el caso más agravante a nivel mundial, por encima de países como Brasil, Italia y EE.UU.), bajo este contexto, las organizaciones continúan reformulando estrategias y planes de acción que impulsen su actividad económica y social.
Entorno Empresarial
El ecosistema empresarial expone sectores muy afectados (y beneficiados, excepcionalmente), teniendo mayores oportunidades aquellas organizaciones que supieron dar respuestas ágiles y soluciones innovadoras frente a las amenazas que atentaron los objetivos BSC del negocio: analizando esta última expresión, podemos realizar una analogía de lo que representa la gestión de riesgos empresariales, pues quienes gestionan eficientemente sus riesgos, presentan mayores oportunidades de contribuir y subsistir en un mercado cada vez más exigente y oscilante como el peruano.
Un aspecto poco considerado en la agenda es el nivel de madurez de una organización; desde una perspectiva global, la participación más significativa de las empresas peruanas apunta a ser Mype y Pyme, y por qué no mencionar también los negocios no formales, los cuales se incrementaron durante este último año. Ya lo mencionaba Jorge Ochoa, presidente del Gremio de la Pequeña Empresa de la Cámara de Comercio de Lima: “Si quiebran las Mypes, quiebra el Perú”. ¿Qué lecciones nos dejan los programas Reactiva Perú y el FAE Mype, otorgados por el gobierno para respaldar al nicho empresarial? Al margen de las leguleyadas expuestas en medios, es sin duda, la limitación e inequidad en el acceso directo de estos beneficios para un sector al cual no se logró llegar, ¿o más bien, no se logró calificar?
Un tridente denominado: Gobierno – Gestión de Riesgos – Control
El Marco Internacional para la Práctica Profesional de la Auditoría Interna (en adelante, el Marco) en su apartado relacionado al Desempeño, establece muy claramente lo siguiente: “La actividad de Auditoría Interna debe evaluar y contribuir a la mejora de los procesos de gobierno, gestión de riesgos y control, utilizando un enfoque sistemático disciplinado basado en riesgos. La credibilidad y el valor añadido de Auditoría Interna mejoran cuando los auditores internos son proactivos y sus evaluaciones ofrecen nuevas perspectivas y consideran impactos futuros”.
Si creamos un puente entre los conceptos citados y la realidad que enfrentan las empresas peruanas, podemos identificar necesidades (oportunidades) aún no atendidas, pues a pesar que algunas organizaciones presenten cifras en azul y se encuentren aún en la contienda dentro de un mercado sensible, difícilmente lograrán tener el impulso requerido para dar el siguiente paso hacia su crecimiento, expansión y/o sostenibilidad, o peor aún, pudiendo encontrarse amenazada la continuidad de sus operaciones por factores no previstos, dependiendo únicamente de las perspectivas propias de los líderes que toman las decisiones organizacionales.
¿Qué es lo que ofrece la implementación de estos tres marcos? Ofrece oportunidades: éstas prácticas no deben limitarse únicamente a algunas pocas entidades por el mero propósito del cumplimiento ante entes reguladores, sino por los beneficios sustanciales que contribuyen a rescatar y reafirmar el propio valor de las organizaciones, marcas y portafolio de productos. Si nos detenemos a reflexionar en ello, toda empresa cuenta con dueños de procesos que saben cómo afrontar y resolver los problemas cotidianos en las áreas comerciales, operaciones, finanzas, recursos humanos entre tantas; si a ese modelo de negocio le agregamos la perspectiva del “tridente”, no solo esclarecemos una hoja de ruta para el logro de objetivos, sino también desarrollamos una cultura e identidad propia, que junto al seguimiento adecuado, permitiría alcanzar el siguiente nivel de madurez, fortaleciendo así su valor en el mercado.
La Auditoría Interna y su contribución a la creación de valor
Según lo establecido en el Marco, la práctica de Auditoría Interna se encuentra orientada a:
- Evaluar y hacer las recomendaciones apropiadas para mejorar los procesos de Gobierno en la organización,
- Evaluar la eficacia y contribuir a la mejora de los procesos de Gestión de Riesgos, y,
- Asistir a la organización en el mantenimiento de Controles efectivos, promoviendo la mejora continua.
Recordemos también, que la práctica de Auditoría Interna puede desempeñarse desde el rol de aseguramiento como asesoramiento, en los procesos estratégicos, operativos y de soporte en una organización a través de una metodología que “enganche” con toda estrategia empresarial. Desde la perspectiva de los controles, por ejemplo, los auditores internos estamos calificados para evaluar su diseño y efectividad, proponiendo mejoras interrelacionadas con los aspectos de riesgos y gobierno a través de los siguientes frentes:
- Logro de objetivos estratégicos de la organización,
- Fiabilidad e integridad de la información financiera y operativa,
- Eficacia y eficiencia de las operaciones y programas,
- Protección de activos, y,
- Cumplimiento de leyes regulaciones, políticas, procedimientos y contratos.
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